Los Grandes Protagonistas de la Ceiba
Lauren Stephenson
Traducción: Laura Holcomb | Edición: Bernardo Argañaraz | English Version
La semana del día de acción de gracias, aproveché para viajar a mi querida República Dominicana. Fue una de esas decisiones de última hora. En cuanto se acercaba el día, me di cuenta de que tenía derecho a unos cuantos días de vacación, y venía trayendo esa isla caribeña en mente. Unos clics del ratoncito y una pasada virtual de la tarjeta de crédito resultaron en un pasaje de avión, destino a Santo Domingo.
Para mí, era especial el viaje porque sería la primera vez que iba a visitar la comunidad de La Ceiba con el fin de, simplemente...estar...saludar, tomar un cafecito, ponerme al día. Cuando me preguntaron a qué venía, les respondí: “de vacaciones pues.” Un semblante de sorpresa se registró en la cara y fue evidente la progresión de pensamientos: “te viniste sola. En tu tiempo libre. Sólo para vernos...¡qué chévere!”
Y a eso iba. Quería comunicarles a todos que, si bien Cucuyo sigue realizando su programa anual de actividades, no es el único motivo para ir a La Ceiba. Vamos porque estamos irremediablemente entrelazados con esta comunidad.
Suelo decir que tengo amistades dominicanas—lo cual es cierto—pero en conversaciones más íntimas, califico a La Ceiba de segundo hogar, un lugar familiar. Sé que, en varias circunstancias, podría dirigirme a esta comunidad y me acogería, sin preguntas. Cuando les visito, las vidas y rutinas se ajustan, porque eso es lo que se hace cuando llega la familia. Es maravilloso.
Y así, pasé varios días en este lugar del que me he enamorado. Me di el lujo de beber café, hacer visitas extendidas y recrearme con los niños bajo el flamante sol. El viaje, si bien breve, fue una bendición en varios aspectos:
Me reinstauró el regocijo de tomar todo con calma, de hacer nada sino comer, beber, conversar y jugar. Es fácil enredarnos en esas tendencias y creencias habituales, de decir: “Estoy excedido de obligaciones”, en fin, uno hace de una pulga un elefante. Sin embargo, de todo lo que hacemos, estas cuatro acciones son las más cruciales, son las que más nutren el alma (y, por lo visto, estando en la República Dominicana, no tengo problema en absoluto dedicar todo mi tiempo a ellas, jajá).
La visita sirvió para ponerme al corriente de las noticias locales y preguntarle a la gente sus ideas para nuestro próximo programa y para el futuro de Cucuyo en general. Felizmente, aun contamos con una maravillosa red de apoyo comunitario y una base tan entusiasmada con el proyecto como nosotros. El viaje fue también una oportunidad para asimilar algunas facetas de la cultura dominicana que no pude apreciar cuando estábamos en sesión, debido a las tareas de coordinación que tenía encima (por ejemplo, ¡son campeones de unos silencios extensísimos!)
Por último, conllevó a un mayor entendimiento (o quizás un buen recordatorio) acerca de lo que más amo, de lo que se mueve detrás de mi propósito existencial. Durante esos seis días, me acordé de cuánto quiero a los niños y que quiero que formen parte de la obra de mi vida. Pensé en el vaivén inevitable de las relaciones, en la repentina pérdida del niño que se convierte en joven adulto, y en los profundos y variados despliegues de la vida. La experiencia me urgió a observar y escuchar, a prepararme para tomar acción cuando se manifiesta la receta perfecta de personas y oportunidades.
Regresé inspirada y aligerada, conforme con lo que traiga el porvenir. Ha sido un año agitado tras marcharme de Argentina y volver a los Estados Unidos: trabajo, lugar, amistades, y contexto, todos nuevos. Menuda sorpresa que irme a donde yace una parte de mi alma traería un poco de alivio.
Y ahora, pasamos a lo entretenido, historias y fotos:
Días Escolares.
Visité la secundaria donde mi amigo Orlando imparte clases y donde, hace un año, el personal de Cucuyo colaboró con algunos alumnos y docentes. Fue alumbrante ver una escuela pública y conocer en breve a los alumnos y la administración. Fue interesante la dinámica entre los profesores y alumnos. La relación alumno-docente parecía más cariñosa e informal que lo que sucede en estados unidos, aunque quedó claro que hay un profundo respeto para los profesores. El sistema escolar estadounidense podría aprender de semejante ambiente (aunque por otro lado la escuela comparte un espeluznante similitud con nuestras escuelas urbanas: altas vallas protectoras decoradas con alambre de púas).
Estos jóvenes conmemoraban el día mundial contra la violencia de género con un desfile centrado en las hermanas Mirabal, tres mujeres que se atrevieron a oponerse a la dictadura de Trujillo y, como consecuencia, fueron asesinadas. Toda la escuela se unió al desfile, portando pancartas, tocando música, y cantando lemas contra la violencia mientras deambulaban por las calles de la comunidad de Los Arroces.
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Tía Niní.
Esta mujer... Estoy acostumbrada a quedarme con Orlando cuando visito La Ceiba, pero como él estuvo con muchos compromisos en esta ocasión, me quedé en la casa contigua, la de su tía, la maravillosa Niní.
Niní es un ser potente. Es una mujer fuerte del campo que lleva la mayor parte de su vida en La Ceiba. Es viuda y ha vivido sola durante años, cuidando su huerto y sus animales y chismeando con sus vecinos.
Niní me trata tan bien que hasta me da vergüenza. Me deja dormir hasta una hora obscena, (o por lo menos hasta que la bulla de siempre me sacude del sueño), y pone el agua a hervir en cuanto le llega los primeras agitaciones provenientes de mi habitación. Conoce a fondo mis preferencias alimenticias y el amor que le tengo a su berenjena a la Niní.
Niní tiene una manera de hablar que, a ratos, dificulta la comprensión. En el pasado, solía reírme o asentir con la cabeza en momentos aparentemente apropiados, sin dedicarme a verdaderamente escuchar. Pero, esta vez, me puse a escuchar y el resultado fue éxtasis total. Con cada día, poco a poco, el porcentaje de comprensión exitosa incrementaba. Recuerdo que pasó un momento en que le clavé los ojos encima e intenté capturar todas sus palabras. Fue como intentar ver hasta el fondo de su alma. Y por fin salió. Niní es una narradora dotada, sabe, como pocos otros que he conocido, aprovechar de las pausas y variar su volumen para engancharte.
Historias de Niní (contadas o presenciadas):
Niní tiene un gato llamado Sunika y una cotorra denominada Candy Jr. Ellos conforman su familia. (Recién le eché a la olla una chihuahua que llama de Lassie, suceso que me alegra como ningún otro en la vida.) Ella me contó que si sigue dormida más de lo habitual, Sunika le despierta en la mañana con unos miaus, de vez en cuando, juntando dos paticas sobre la cama en forma de reza, como saludando. Candy Jr. es ya famoso en la comunidad, infame por sus chillidos increíblemente fuertes que hacen recordar la alarma de seguridad de un carro. Una vez, cuando Niní fue a visitarle a su hija en Constanza, a un par de horas de donde vive, Niní lo llevó a Candy Jr. en jaula sobre las rodillas, subiendo la montaña en guagua, en compañía de 12 más. Pero dejarlo atrás a Candy Jr. fue una imposibilidad.
Cuando estuvo casada Niní, siempre se aseguraba de tener preparada la comida para cuando llegaba su esposo. Porque eso es lo que los hombres prefieren. No les agrada tener que preguntarse dónde están sus esposas cuando llegan a la casa (tomen nota, damas).
Niní y Yuleika, hermana de Rubia, son amigas de la niñez (Son las que salen en la primera foto). Tuvo la suerte de escuchar a media escondidas una sesión de chisme entre las amigas, y Niní me dice que puede aparecer Yuleika hasta tres veces al día.
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Comiiiiiiida.
Me encanta la comida dominicana, y a la gente le encanta servírmela a montones. Tenemos la bandera Dominicana: carne, arroz y habichuelas con ensalada. Está la soberbia combinación de yuca, huevo frito, cebolla refrita con vinagre y aguacate. De ahí, tenemos el moro (arroz y habichuelas negras refritos juntos), el concón (el codiciado arroz tostado que se raspa del fondo de la olla. Los espaguetis, el mangú (plátano majado con ajo y mantequilla), el asopa'o (guiso viscoso de arroz y pollo, uno de mis preferidos), y, claro, los tostones (plátanos que se fríen, se aplastan, y se vuelven a freír.) Daría la vida por los tostones.
No pude pasar mucho tiempo con Rubia en esta ocasión. Ella es otra de esas mujeres que tanto quiero, pero conseguí una abreviada clase culinaria con ella una tarde: espaguetis. La Rubia me alimenta con amor por medio de la comida (y, de repente, un whiskey), y agradecida, siempre accedo.
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Fábrica de Dulces.
La hija de Niní, Iris tiene su casa al frente de la casa de su madre. Iris es una mujer tierna, amable, madre de tres niños fantásticos (Edideison, Ñaña y Lidia). Fue Iris quien ideó la fabrica de dulces. Antes tenía una panadería, pero no salió, y impertérrita, optó por los dulces en su próximo emprendimiento.
Iris ha gozado de mucho éxito, y puede que sea la única mujer emprendedora en toda la comunidad (aparte de las que gestionan los colmados junto con sus esposos). El marido de Iris ayuda cuando puede, pero tiene también su propio trabajo como chofer de guagua.
Todos los días, Iris y unos pocos empleados fabrican los distintos sabores, vertiendo el espeso líquido meloso en sus moldes, luego prensando y embalsando el producto para venderlo en paradas a lo largo de la carretera. Los dulces son a base de leche, mezclados con varios gustos: coco, naranja, maní, guayaba. Son para chuparse los dedos. Toda la familia colabora en la fabricación de los dulces. Me encanta que los niños cuentan con el ejemplo de una madre fuerte y lista que maniobra todo con paciencia y elegancia.
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Rossy.
Rossy Esther es una mujer valiente. Hace un año y medio, una chispa eléctrica descarriada arrasó con la casa familiar. Los seis Adames sobrevivieron, pero perdieron todo lo material. Perdieron todos sus recuerdos y fotos, estas últimas particularmente apreciadas en la RD porque su impresión es cara y las maquinas fotográficas escasas.
Rossy, por tanto, se fue a trabajar en un centro turístico en Puerto Plata a ocho horas en autobús de donde reside su muy unida familia y de donde ella ha vivido los 18 años de su vida. Le resultó difícil estar alejada de su familia y tener que sacarse adelante en un lugar extraño, en compañía de varios jóvenes más que también viven separados de sus familias.
No obstante, Rossy prosperó. Había querido estudiar el turismo y mejorar su nivel de inglés, así que el oficio de mesera cuadró con estos objetivos. Ella encantó y amablemente atendió a muchos turistas, y Rossy se dio cuenta de que en el turismo, había encontrado la profesión soñada.
Unos días antes de salir para la RD, le mandé un mensaje de texto para avisar que iba a la isla. “¿Cuándo?” me preguntó. Le contesté con las fechas. “Tengo 3 días de vacaciones en esas fechas,” me dice.
“Vaya, qué casualidad oportuna, ¡me muero de ganas de verte!” le respondí.
Cuando Rossy llegó, nos juntamos en una panadería chic de la zona. Fue un verdadero gusto verla. me contó de su vida en el centro turístico y que le estaba gustando su papel de atender y cuidar. También confió un sueño que tenía: seguir con el trabajo teatral que Orlando había iniciado en La Ceiba y interpretar obras con actores de todo el mundo.
Me reveló que había pedido tres días de vacaciones en el mismo instante en que le escribí. No fue, pues, tanta casualidad.
Me maravillé ante la mujer confiada, madura en que se había convertido. Tenía 19 años. Cuando la conocí era una quinceañera machoncita con tendencia a la fanfarronería y muy pegada a nuestros docentes. La Rossy que conocí y la Rossy actual estaban a años luz de distancia. Fue evidente que la separación de su familia, le dio la oportunidad de estirarse y descubrir su esencia.
Mientras compartimos un café, me regocijé. Nuestra amistad había entrado en nuevas tierras—éramos dos adultos compartiendo, evolucionando y soñando juntas-. Espero con ansiedad tomar varios otros cafés con Rossy.
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Los Locos de la Ceiba.
Existe una nébula muy ajustada de maravillas en La Ceiba, oportunamente ubicada justo al frente del centro comunitario, y al centro está la familia Rosario. Son tres hermanos: Elisangel, Bladimir y Andrys y su prima, Milenia. Durante los últimos 5 años les he seguido, y han salido siendo individuos fantásticos. Nos prestan sonrisas, servicio de guardaespaldas durante vueltas nocturnas y diversión inagotable. Elisangel estuvo entre mis primeros alumnos, un artista tímido que me hizo un dibujo que conservo hasta la fecha.
Marinel es otro personaje dentro de este gran grupo. Una mujer joven y amable, vive al lado con su abuela, hermanita Mariely (un corazón de verdad y también reinita de belleza) y su madre, Mari, una jueza a quien le hemos puesto cariñosamente la Oprah dominicana (si la conocieras, entenderías en seguida). Una tarde la acompañamos a su clase de inglés (su inglés se ha puesto excelentísimo en estos días), y luego pasamos un rato en su galería. Marinel se tituló en derecho el año pasado y ahora ejerce en Bonao. Ella es confiada, bella, el paquetazo total.
Una tarde, los muchachos—Elisangel, Bladi y sus primos Robertico y Niño—tenía previsto un partido de básquet. Planteé la idea ante Milenia de apoyar a los nuestros con unas pancartas y las hicimos. Milenia gritó con todas su corazoncito—en pleno desahogo adolescente amoroso—y los primitos Frandy y Aneurys también se unieron a nuestro modesto grupo de animadores. Frandy es un niño excelente que tiene la voz de señor de 78 años que lleva toda una vida fumando cigarrillos. Aneurys, primo de los tres hermanos, es también un diamante. Fue divino conocerlo mejor a pesar de su timidez.
Bebimos cervezas, comimos empanadas fritas, y nos embobamos durante horas. Algunos de mis recuerdos más preciosos tienen su sede en ese club y esa cancha. Fue estupendo pasar otra tarde con mis locos. Estos momentos siempre quedan como un hito precioso dentro de la cronología de mi vida.
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Niños, Niños y Más Niños.
¡Qué cantidad de jugueteo en este viaje! No hay nada mejor que la diversión sin agenda. Les prometía vez tras vez a Andrys, Aneurys y Frandy un partido de básquet, hasta que, por fin, una mañana, me despegué de las sábanas y jugamos antes de que partieran para la escuela.
Hacía un calor infernal, pero nos la pasamos como reyes y reinas. Corrimos de un lado para el otro hasta que se me revoloteó el estomago y ya no pude más. Nos sentamos bajo la sombra y compartimos agua de mi termo. Estoy muy agradecida de haber podido pasar ese momento con esos tres.
En esta foto, ya es momento de despedirme y se nota en la cara de Andrys. Es incapaz de esconder sus emociones y espero que retenga esa calidad para siempre. Aneurys está a mi derecha. Antes de irme, me dio un fuerte apretón. Espero verle de nuevo pronto.
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Orlando.
Son pocas las personas a que calificaría de inmediato como un privilegio de conocer, pero José Orlando Muños es uno de ellas. Siento que soy mejor como persona por meramente tenerlo como parte de mi vida. Orlando es el eje central de Cucuyo del lado dominicano: consta de que se formen los lazos comunitarios más cruciales, nos deletrea con EXACTITUD los varios nombres y apellidos de los niños para que aparezcan bien en los certificados de participación, y nos ata todos los cabos sueltos. La verdad, ya no fabrican gente de su calidad.
Orlando estuvo ocupado en esta ocasión. Su hija, Lidianny estaba enferma y también estaba comprometido con ensayos para una obra teatral en Bonao. Pero rescatamos unos ratitos por ahí para ponernos al día y pude asistir a uno de sus ensayos. Es un actor y cantante increíblemente dotado.
A fin de cuentas, Orlando y yo nos podemos reír y relajar en cualquier contexto. Es una persona excelente y es un honor tenerlo como amigo.
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Chau, hermosa isla, hasta la próxima.
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